Cotidiano

Buenas noches, anuncié brevemente y salí del edificio al frío de la noche; apretando el abrigo contra mi cuerpo inicié la caminata.

Los reflejos de las luces flourescentes sobre la hilera de ventanas de la biblioteca, me daban la sensación de estar en un mundo irreal.

La dureza del pavimento al caminar provocaba en mi un extraño silencio, solamente interrumpido por el eco de voces lejanas que pasaban como sombras entre la noche.

Seguí las líneas blancas pintadas sobre la calle, direcciones de un mapa incierto. Comencé a silbar mientras mi mente se ocupaba de cualquier trivialidad al azar.

¿Lo saludo o no? pensé, mientras veía a un policía sentado bajo la luz, como esperando ser visto, para reafirmarse que existe, que no es solo una sombra vigilando vidas ajenas, al margen del mundo.

Feliz noche, le dije desganadamente, para cumplir con todo ese edificio mental que construí en el silencio, ante la mirada perdida del policía, absorto en sus propios pensamientos.

Tomé la vereda a mi derecha, tan solitaria a esas horas de la noche. Luego de un pequeño trecho, se abrió ante mis ojos una inmensa parcela de concreto, con filas de automóviles que se asemejaban a una cosecha de flores metálicas de artificiales colores.

Recorrí hileras, surcos a mi derecha, nuevos canales a la izquierda, gris, hace frío, volkswagen, toyota, ¿un árbol?, luz plástica, mazda, honda, creo que ya pasé por aquí, un policía en bicicleta, rayas amarillas, respiración acelerada, corazón agitado… ¿volkswagen?

Y así cansado, en medio de un mar de cemento, ahogándome entre el frío de la noche y sombras de chatarra, cada vez más cerca, observándome sin vida, riendo por no tener alma… todo girando en torno a mí en un borroso mareo.

¿Dónde habré dejado mi carro?... seguro está en el otro parqueo…