miércoles, 30 de abril de 2008

La máscara del rio azul

Había estado ahí por años, escondida en las entrañas de la selva, esperando ser soñada...

Transcurrían dias calurosos en aquella época del año; justo llegaba el solsticio de verano y el maíz brillaba como el oro bajo el párpado caído de la tarde.

Por la noche reasumían sus posiciones de batalla. Los mayas cercaban el territorio tolteca con cautela y las batallas eran cada vez mas férreas y cruentas.
Ambos bandos evocaban en macabros rituales a demiurgos sacrílegos e iracundos, en cuyo nombre derramaban la sangre que teñía los riachuelos afluentes de los erráticos paisajes.

El avance era pausado, pero la victoria se antojaba cerca para Hamburú, cuya expensión imperial, sometía sin piedad a los pueblos rebeldes de las antiguas dinastías.

La noche antes de sitiar la ciudadela de Tinamit Ara, Hamurú, con su rostro expuesto a la luna llena, soñó con una pirámide de infinitas proporciones, cuyo acceso asimilaba a un laberinto. Ésta irradiaba un dorado de inimaginable pureza y a su alrededor una multitud intentaba torpemente acceder su entrada, vedados de sus secretos por ser simples mortales.

Él sabía perfectamente que había sido llamado a ese lugar con el propósito de ser retado, los dioses de otras dimensiones buscaban poner a prueba su poder.

Uno a Uno, Hamurú desafió a todos los guerreros que intentaban accesar la pirámide, derrotándoles despiadadamente.

Finalmente sabiendose vencedor, escaló tortuosamente la pirámide, cuyas escaleras se veían transformadas en un sendero de luz, en un flujo que conducía directamente al sagrado templo de los sueños, en cuyo centro recidía una mística máscara azul.

Haramurú la tomó como botín de su lucha y contempló el universo a través de ella. En su lado anverso estaban incriptos los símbolos de un lenguaje atemporal, en los cuales Hamurú pudo desentrañar el pasado y el efímero futuro de la humanidad.

Lentamente descifró sílaba por sílaba los soles y las lunas de la raza humana desde su génesis hasta su inextricable desaparición.

Su voz se escuchaba lejana mientras recitaba aquellos épicos versos, intangibles, ajenos a su existencia, pero vagamente familiares.

Los ríos dejaron de fluir..
llegó lentamente la sequía, un pueblo pereció
mientras los que lograban escapar huían a otras tierras, unos pocos se quedaban para ver el ocaso, de aquel vasto imperio, el linaje maya.

martes, 29 de abril de 2008

Espejos

los espejos no mienten, la verdad nos delata
las islas no mienten, el mar y el hombre siempren seran uno
el mar es el espejo de nuestra inmensidad
somos ilusiones
somos un espejo de cosas mas grandes que no logramos comprender