miércoles, 17 de octubre de 2007

Reencuentros

-vuelo 327 de TACA con destino a Panamá, ahora abordando por la puerta 5A-

"Siempre me han gustado los aeropuertos, ver a la gente en constante movimiento, puntos de transición entre redes aéreas, que conectan invariablemente la humanidad de diversos paralelos y latitudes."

Ese día tomó un taxi, al centro. Ella no sabía que él había regresado.
Se dirigió a un bar cercano y ordenó un café con leche, un periódico para pasar el tiempo. Luego de darle tres vueltas al crucigrama y formar algunos dibujos en el borde externo, observó fijamente a través de la ventana. Al otro lado de la calle, la acera brillaba bajo el duro sol de mediodía, la avenida desierta, abandonada, solo vuelta a vida con el ocasional paso de un carro.

"el suelo tiene sed", pensó.
Observó detenidamente el cielo, "probablemente llueva más tarde".

Entre los carros y el duro sol de mediodia se respiraba un insportable calor de cemento. Ella cambió de estación por tercera vez.

-la situación de criminalidad continúa al alza, según el reciente resultado de los indicadores publicados...-
la manecilla del radio cedió nuevamente, en vano.

Apagó la radio; intentaba distraerse, pero la idea no paraba de dar vueltas en su cabeza. Justo en esos días presintió que algo fuerte sucedería. No tenía noción clara de un que, mucho menos un como, pero se mantuvo alerta.

De vuelta en esta ciudad, se sentía como un extraño, todo había cambiado, tantos años ya. Solía ir al parque, cuando era joven todavía. Por aquella época, pasaba el tiempo imaginando sueños sin vida, divagaba por las tardes y las manecillas del reloj carecían de sentido, el tiempo era difuso.

Constantemente pensaba en dejar todo e irse a viajar por el mundo, recorrer lugares insólitos y saciar su hambre de conocimiento, que se veía limitada ese país de hambruna creativa.

Su mente se perdía con facilidad entre los colores del cielo veraniego, despejado, colmado de tonos azules cristalinos. En los días grises se hundía en el sillón, ante la impotencia de no poder escapar del tormentoso cotidiano.

Las cosas tenían poca importancia, así pasaban sus días, intentando en vano plasmar ideas en un papel en blanco, rindiendose ante el sueño borroso que era esa realidad.

Llegó tarde al almuerzo con su amiga, cita que convino en realizar para olvidarse del vago asunto que la atormentaba. Luego de hora y media de una insignificante conversación, más parecida a monólogo, se resignó a seguir dando vueltas a su preocupación.

"Recuerdo el día en que nos conocimos. Hablamos sobre la verdadera dimension del universo, mencioné de paso algunos teoremas de la cuarta dimensión (claramente intentando impresionarla). Discutimos sobre literatura latinamericana, yo concordaba con Borges y su idea del otro yo, reflejado en el mundo de las ideas. Ella se fascinaba con la poesía, y me leyó algunos de sus poemas; fue como encontrar algo que hace tiempo había olvidado que buscaba."

"Esa tarde en el parque pude observar el cielo en su mirada, mientras yacía inerte, acostada en la grama (que es como universo). Anhelaba encontrar palabras, pero siempre supe que estaban demás."

Absurdamente, estaba ahí nuevamente, intentando revivir ese momento con una llamada; aferradose al recuerdo de un instante atemporal, borroso por su prisa y sus elementos color sueño.

-¿va a querer otro café?-
-...eh... no, gracias.- replicó.
Miró su reloj, era la una.

Salió del lugar, un puño de nubes empezaba lentamente a poblar el cielo, creando sombra al sol; se preveía una tarde lluviosa.

Recorrió lentamente la calle, dobló por la izquierda, luego tomó un camino estrecho a su derecha, nunca supo exactamente hacia donde se dirigía, ni porque intentaba evitar lo inevitable. Eran notables las calles prácticamente desiertas, parece que a esa hora todos se refugiaban en sus casas, previendo lo que podía pasar.

Las cosas han cambiado, pensó.

Sacó de su bolsillo un pequeño papel. En el centro, trazado con lineas nerviosas, su nombre en azul, Adriana, 557-34897-23, tantos recuerdos que venían a su mente.

Una gota cayó repentinamente sobre el papel, la lluvia comenzaba, tomó refugio debajo de una parada de bus, sentado, solo. Pensó en el pasado, ansiandolo nostalgicamente por un momento. Rememoró su niñez, los pocos recuerdos que tenía de su distante tierra llamada patria. Recordó sus sueños de jóven (a veces le repugnaba haber cambiado tanto), suspiró.

-Adriana. ¿Me estás escuchando?-
-...-

El sonido de la lluvia la hizo volver de golpe a la realidad, replicó instintivamente a su amiga que debía marcharse, que tenía algo urgente entre manos. Acababa de recordar algo que por años había tratado de olvidar. Sabía que él regresaría, que era en vano ignorar su existencia, intentar desaparecer.

Los sentimientos encontrados de tristeza y alegría que conlleva la lluvia cuando cae, le dijeron que ese era el momento. Movido por la emoción mas que el pensamiento se dirigió hacia una cabina telefónica color rojo.

Ella supo en ese momento que regresar a casa ya no era una opción, una terrible angustia se apoderó de todo su cuerpo, las gotas no cesaban, su celular empezó a sonar, era hora ya.

-...aló...-
-...-
-...hola, siempre supe que regresarías...-

2 comentarios:

Anónimo dijo...

"el suelo tiene sed", pensó.
Observó detenidamente el cielo, "probablemente llueva más tarde".

Justo ahi me reviviste. Desde México una chica te agradece las palabras y las historias que salen de tu caja metafisica.

anArchitekt dijo...

dejate caer?